sobre la creación ....
Quien haya escuchado atentamente la versión de Melingo “el violín de Becho[1]”, no puede, luego de eso salir de un estado de cierta angustia, de un paisaje donde los días de sol se resquebrajan y se agrieta la existencia. La angustia que la canción pone de manifiesto es la “imposibilidad” o mejor la tensión de una ceración inalcanzable. Esta canción muestra una relación de amor-desilusión entre músico e instrumento. El duelo baudeleriano de la ceración poética se asoma por entre los acordes mayores...”becho tiene un violín que no ama, pero siente que el violín lo llama / por las noches como arrepentido vuelve amar ese triste sonido” es el duelo, la angustia que provoca el acto de crear, de sacar desde nuestros fantasmas, desde nuestras desidias los perfumes ocultos, no sólo de nuestras vidas, sino también de nuestras taras..., “pues amar y cantar eso cuesta”.
Apéndice:
Esa tensión se da entre la subjetividad, nuestro interior y la objetivación en un lenguaje, en un mensaje fácilmente codificable. En dicha tensión se vinculan los rasgos humanos con los técnicos que posibilitan la obra. Es intentar decir sin conceptos, sólo con rasgos puramente humanos, lo que nos hacen únicos, lo que no puede decirse de otro modo ni con otro medios.
Apendice 2:
La mayor lucha del artista es siempre con sus propios límites y con los de su época (recursos materiales), pues la creación no puede tener limites, no tiene finalidad, meta. Los participantes de ese duelo son siempre interlocutores íntimos, fantasmaticos, pero no muy diferentes al mundo real.
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