El poeta y el ajenjo
El alcohol del poeta
Se mezcla con el silencio
De lo difunto.
Torre jadeante de lujurias,
Ausencia que se destila
En un cuerpo que se escapa.
Me ofrezco al viento
Y sus manos lacerantes
Empujan mis sombras
A sordos nombres
Y se opaca esa voz que pronuncia
Mis actos.
Un reflejo ajeno, duplica
Los dientes y ojos que lo ven...
En los mares dentados de espuma,
Donde los albatros y gaviotas
Se hunden en lo infinito
De algunos apetitos viejos.
Alguien espera, ahogado en perlas de agua
Una partida;
Alguien espera, exaltado en perlas de
Locura
El brindis del que arriba
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